Cuando abrí los ojos, me encontré con la
alarma del despertador sobre mi mesa de luz. A un costado estaba mi celular,
una lámpara blanca y una foto con mis dos hermanas, Christie y Liz.
Todas nos veíamos muy felices, los ojos de
Christie eran más claros que los de nosotras y en aquella foto resaltaban aún
más de lo normal, además tenía el pelo corto hasta los hombros (otro detalle
que la hacía mínimamente distinta a nosotras); Liz tenía el pelo largo hasta la
cintura con unas cuantas hondas y se había hecho unas pocas mechas celestes en
la parte de abajo (siempre trataba de ser original), pero lo que más resaltaba
era su sonrisa, con esos labios rosados y bien definidos que contrastaban con
sus dientes blancos y parejos, acompañados por dos hoyuelos a los costados de
las comisuras de la boca. En el otro costado de la foto, estaba yo. Con mi pelo
rubio y hondeado, supongo que lo que a mí me resaltaba era eso. El pelo.
Christie tenía los ojos, Liz la sonrisa y yo el pelo. Cada una con algo que la
diferenciaba de las otras dos.
No entendía como en esa foto se podía
reflejar tanta alegría, cuando en la vida real todo se había desmoronado.
Salí de la cama con pocas ganas de regresar
al mundo real. Era sábado, no tenía instituto y había mucha tarea atrasada por
hacer. En la silla del escritorio vi el uniforme del instituto planchado y muy
bien acomodado, seguramente mamá lo había puesto allí para que yo lo guardara
en el ropero.
“Paso por tu casa antes del mediodía y pasamos el día
juntas... Ok? Xoxo Brii”.
Leí el mensaje que había llegado hacía unos
cuarenta minutos y comprobé que no hubiera otro, proveniente de James. Desde el
accidente, la depresión me había consumido y los hermanos Parks (Brianna y
James), trataban de animarme todo el tiempo. Por alguna razón, yo me sentía
culpable y aunque ya lo había tratado con la psicóloga del instituto, nada me
hacia cambiar de opinión. Ni siquiera los abrazos o las caminatas y largas
charlas que tenía con James.
Camine al baño sintiendo que cada paso duraba
diez años, hacía casi dos meses que ya no tenía carreras al baño por las
mañanas. Ya no tenía que ducharme en el baño del cuarto de mis padres. Ya no
tenía quien me ganara la ducha cada mañana.
Cuando termine, en el espejo vi mi rostro
cansado, deprimido, triste y aburrido de la vida que llevaba.
Del ropero seleccioné mi bikini turquesa
porque estaba segura que mi tarde con Brianna iba a terminar en la playa
tomando sol. Luego me vestí con un short de jean celeste no muy ajustado, una
remera blanca musculosa y unas zapatillas de lona color rosa chicle. Mientras
me miraba en el espejo de mi cuarto, recordaba la trenza espiga que mi hermana
solía hacerme. La extrañaba. Pero como ella ya no podía hacérmela, yo misma me
peiné con dos trenzas que caían en los costados de mi cabeza. No era muy buena
con los peinados, así que salieron algo desarmadas, pero me gustaba ese look
informal. Mi pelo era largo hasta la mitad de la espalda, por lo tanto se
lucían bastante.
Guardé el celular en el bolsillo del pantalón
y me encaminé hacia la cocina. Encontré a mamá preparando mi tazón de cereales
y frutillas, como siempre. Todo el mundo nos decía que debíamos tratar de
seguir con las rutinas habituales, pero lo que nos aterraba de eso era la idea
de terminar hundiéndonos en aquellas rutinas. Aun no había pasado, pero no
tardaría mucho en suceder si seguíamos a ese ritmo. Lo peor de todo, era que
ninguno de nosotros se preocupaba en hacer algo al respecto.
-Buenos
días amor- dijo con un tono cansado, no dormía bien desde el día del accidente,
supongo que mi estado era lo que más le preocupaba.
-Hola Má- tomé mi primer sorbo del licuado de
frambuesas que había en la mesada- hoy voy a pasar la tarde con Brianna.
-Perfecto-
dijo fingiendo una sonrisa- necesito que le lleves unos nuevos tulipanes a la
señora Mackenzie.
-Creí
que te habías resignado a conocerla- respondí algo sorprendida.
-Parece
que es una mujer muy ocupada, hablando con Ethan ayer por la tarde, me enteré
que viaja mucho por el trabajo.
- ¿Acaso
es guía turística?
La poca confianza que tenía hacia Ethan
seguía igual, aunque últimamente cruzábamos un poco más de palabras,
porque cuando lo veía antes de ir al
instituto, me preguntaba cómo estaba yo o si necesitaba algo. Sin embargo, yo
sabía que algo escondía. Hacía dos meses que vivía junto a nuestra casa y aún
no conocíamos a sus padres (y eso que mamá era una experta haciéndose amigas de
las vecinas).
Cuando terminé el desayuno, busqué mi bolso y
le pedí a mamá un poco de dinero. Siempre que salí con Brianna terminaba
comprando algo para comer o beber, generalmente salíamos a gastar billetes.
-Quiero
que vuelvas antes de la cena- dijo mi madre desde la cocina- seguramente se
conecta Christie en internet.
Me
despedí y salí hacia le vereda. El sol me cegó por un momento, pero
inmediatamente me acostumbré, mamá decía que ese era el problema de tener ojos
claros porque eran hipersensibles (no quiero imaginarme lo que debe sufrir mi
hermana Christie).
Atravesé el jardín delantero de mi casa,
caminando por un camino de piedras que papá había armado cuando renovaron las
plantas y la fachada de la casa. Llegué a la puerta del cerco de madera que
rodeaba la casa de los Mackenzie y entré en el terreno.
Que tristeee la verdad, me dieron muchas sensaciones!! Si llore, soy lo mas boba pero bueno .... Besos ya quiero mas
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