¡CRASH!
Escuche el sonido de los vidrios al romperse
y los sentí clavándose en mis piernas que solo tenían una pollera blanca. Sentí
la mano de Liz agarrada fuertemente a la mía, intentando no soltarse por nada
del mundo.
Grité su nombre y ella el mío, pero nada nos
detenía. La música de Elvis sonaba alegremente en el fondo, pero la escena era
todo lo contrario.
El coche con luces blancas que se había
cruzado se alejaba mostrando solo dos luces rojas de la parte trasera.
Nuestra camioneta giraba y giraba, sin
detenerse. Nada la paraba. El cinturón comenzó a soltarse, el airbag del
conductor explotó al mismo tiempo que el del acompañante y dos bolsas de
protección hicieron que no pudiera ver nada más.
Ya no escuchaba a Liz gritando mi nombre. Sin
embargo yo seguía gritando el suyo.
Las lágrimas, los gritos, la agonía y la
falta de aire se apoderaron de mí. Todo era oscuro y no distinguí nada, salvo
el ruido del metal al golpearse.
Tenía miedo. Mucho miedo.
Sentí el cinturón de seguridad soltándose,
hasta que solo fue una tira de tela rota colgando de lo que parecía ser una
puerta. De pronto se abrió y yo, con todas mis fuerzas, intente sostenerme del
tablero de la camioneta o de cualquier cosa que me sirviera, pero la fuerza de
la gravedad era mayor. Mucho mayor.
Caí en algo parecido a la tierra, pero el
ruido de la camioneta seguía cerca mío, tan fuerte y potente como al principio.
Pedazos de vidrio estaban esparcidos por el suelo y clavados en mi ropa
manchada de sangre.
De repente, el ruido se detuvo y todo quedó a
oscuras. La camioneta se había detenido. Yo estaba recostada en el piso boca
abajo, intentando respirar con todas mis fuerzas. Era el momento más horrible
de toda mi vida. No quería cerrar los ojos para ver si lograba encontrar a Liz,
pero no podía ver nada con la noche que había caído.
Luego, de la nada, un resplandor naranja
salió de la camioneta. El fuego estaba iniciando dentro, por algún
cortocircuito o falla mecánica luego de los golpes.
-¡LIZ!- grité con todas las fuerzas que
tenía, mientras aún estaba tumbada en el suelo- ¡ELIZABETH!- volví a chillar,
las lagrimas salían de mí como una cascada. Me sentía sucia, llena de sangre,
cansada, adolorida y aterrada. No sabía qué hacer.
Como pude, intenté levantarme. Hacía apenas
diez segundos, estaba en la carretera conduciendo felizmente a mi hogar. Ahora
estaba en ese infierno.
Levanté la vista, intentando ver qué era lo
que estaba sucediendo, muerta de miedo, temblando y presa del pánico. ¿Qué
estaba pasando? A lo lejos divisé una sombra caminando detrás de las llamas.
Tal vez era Liz. Tal vez estaba ilesa. Tal vez estaba allí para ayudarme.
Esperanzada, gemí su nombre con todas mis
fuerzas, pero la adrenalina del momento hacía que todo me exigiera el doble de
esfuerzo. No estoy segura de qué era aquello que caminaba en la escena, pero
puedo jurar que tenía forma humana, mas bien, de hombre. El pelo no era largo,
caminaba de una manera muy segura, como si supiera exactamente por donde debía
pisar y por donde no. Era alto, esbelto y no muy corpulento. No sé qué fue lo
que esa cosa intentaba decirme, pero alzó uno de los brazos y luego lo bajó
señalando algo.
Me puse de pie a duras penas, mientras el
fuego se propagaba en el interior de la camioneta. Debía encontrar a mi
hermana. Liz estaba en algún lado, tal vez, dentro del incendio.
Yo no estaba muy lejos, me acerque un poco
pero no la encontré. “¿Dónde estás Liz?” pensé desesperadamente. Recorrí los
alrededores de la camioneta pero nada. No la encontraba.
-Kat.
Escuché el gemido que susurraba mi nombre a
unos metros de donde me encontraba. Justo donde la silueta había estado hacía
unos pocos minutos. Con la luz que propagaba el fuego, logré distinguir un
bulto en la oscuridad. Corrí con una fuerza “sobrehumana” dadas las
circunstancias y me arrodille junto a ella con la cascada aún cayendo sobre mi
rosto. Debía llamar a alguien rápido.
Me di cuenta que Liz estaba mucho mas
cubierta de sangre de lo que yo estaba. Su rostro estaba rojo completamente,
como en una película de terror, si no hubiese sabido que ella era Liz Cooper,
tranquilamente podía parecer otra persona. Estaba llorando de dolor, con las
piernas estiradas y boca abajo. Hacía un enorme esfuerzo por respirar y parecía
que una de sus piernas estaba quebrada por la posición en que la tenía.
En ese momento, fue como si la adrenalina por
no encontrarla hubiera desaparecido. Los dolores aparecieron en mi cuerpo como
fantasmas. De repente no podía mantenerme erguida, necesitaba acostarme, no
tenía más fuerzas.
-Kat,
sé fuerte- sentí la voz de alguien a mi lado, no sabía si esa era Liz porque
estaba con los ojos cerrados, pero nuevamente, me pareció que era un hombre.
Apoyé mi cabeza junto a la de mi hermana y en
un susurro le pedí que resistiera, que ella siempre hubiera sido mucho más
fuerte que yo. No sabía si me había escuchado, pues había cerrado los ojos. No
pude volver a repetirlo, no tenía fuerzas suficientes.
Tomé la mano de Liz y cerré mis ojos también,
mientras sentía voces a nuestro alrededor. Supuse que los testigos que estaban
en la ruta, llamarían a emergencias. Yo ya no podía hacer nada.
Inmediatamente, caí en lo que hasta ahora
fue, el sueño más profundo de toda mi vida.
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