Sinopsis

Kat tiene una vida normal. Solo una cosa no cuadra en ella: su nuevo vecino, Ethan Mckenzie.
Luego del accidente con su hermana Liz, todo apunta hacia Ethan. Él guarda un enorme secreto y ella esta dispuesta a descubrirlo.
Aunque eso implique un gran riesgo...
Las playas de Australia, con su interminable sol y sus codiciadas olas, serán testigos de la mayor aventura que pueden vivir dos jovenes con un romance peligroso.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo Tres: Quinta Parte.



  -Bueno, tengo un poco de agua oxigenada y una bandita, supongo que funcionará.
  -No es para tanto, es solo un corte.
Ethan se sentó a mi lado y pasó un algodón mojado en agua oxigenada por mi frente para limpiarla. El frío mojando mi piel hizo que me dé un escalofrío y temblara. Él sonrió y yo casi muero de vergüenza.
  -¡Ay!- chillé, aparentemente, había algo más junto al corte.
  -Lo siento, no se ve muy bien.
Miré a Ethan, estaba muy concentrado en mi lastimadura. No tenía la menor idea de por qué estaba haciendo eso, digo, no tenía la culpa de nada de lo que había pasado. Realmente estaba siendo muy gentil.
“Trama algo” pensó la parte de mi que no lo quería.
“Me gusta que sea así” pensó la otra parte de mí que sí lo quería.
“Tengo que concentrarme” pensé yo en un mínimo intento.
  -No hay fotos familias- observé hacia la nada, no para decírselo a él, fue más cómo un pensamiento que se escapó en un susurro.
  -No- respondió él, sin darle importancia… eso no era normal, lo sabía muy bien- a mis padres no les agrada como quedan con el ambiente.
Hizo un gesto con el hombro para restarle importancia, pero yo no me rendía fácilmente.
  -¿No están ellos?- pregunté para sacar un nuevo tema de conversación, me gustaba el silencio, pero no aquél.
  -No- ¿por qué no cuenta nada?
  -¿Están trabajando?- asintió- ¿a qué se dedican?
  -Esto se parece a un cuestionario.
  -No me gusta el silencio- mentí- pero si me gusta obtener respuestas.
  -Eres la princesa de la casa, ¿verdad?- asentí en tono de broma, jamás me había considerado una “princesa”- bueno, mamá trabaja y ahora está en Sídney… papá vive en Esperance.
Bueno, esa era una respuesta muy común. Ya no tenía de qué sospechar, mucha gente viajaba por trabajo. No me quedaba ni una sola opción.
  -Nunca vi a ninguno de los dos- de acuerdo, fue una indirecta bastante directa.
  -Adicta al trabajo- sonrió- ya la verás, es muy linda…
Fue extraño escuchar a Ethan Mackenzie hablar así de su madre. Jamás lo hubiera imaginado.
Cuando terminó de desinfectar mi herida, le agradecí (lamentándome para mis adentros no haber averiguado nada nuevo).
Me abrió la puerta de entrada y ya casi no había sol, solo estaba el cielo claro. Por suerte, aún estaba a tiempo. Se quedó con un hombro apoyado en el marco de la puerta con su sonrisita (admito, que lograba convencer a cualquiera con solo mostrarla).
  -Muchas gracias- le dije bajando los escalones de la galería- nos vemos en el instituto.
  -De nada, Princesa- guiñó un ojo y sonreí, me daba un poquito de vergüenza- espero verte mañana.
Saludé con la mano y caminé hacia mi casa.
Llegué y encontré a papá durmiendo en el sillón con el televisor en el canal de deportes. Me daba un poco de pena que estuviera tan cansado últimamente. Hacía demasiado por todas nosotras.
Caminé directamente a mi cuarto y me puse unas leggins negras con una remera musculosa fucsia algo suelta y larga para estar cómoda. Me gustaba estar descalza por la casa, como casi todo el piso era de madera, siempre estaba suave y fresquito. Lo amaba.
En la oficina, intenté hacer un poco de tarea, pero las horas que había pasado con Ethan me lo impedían. Algo había hecho que él supiera que sucedía con los hombres de pasamontañas, estaba segura de eso.
Me dije a mí misma que no podía decirles a mis padres, les iba a agarrar un infarto y no me iban a dejar caminar sola por ningún otro lugar del mundo. Desde ahora, iba a ser más precavida. No caminaría sola pro ninguna calle que no conociera de Proserpine e iba a hacer lo posible para lograr que James, Brianna o cualquier otro me llevara. No más autobús salvo que fuera una emergencia. Eso también incluía, perder mi orgullo y pedirle transporte a Ethan Mackenzie. Iba a caer bajo (según mi subconsciente).
Escuché a mamá llegando desde la escuela de Airlie Beach, siempre había soñado con ser profesora de primaria. La saludé desde la cama de mi cuarto y oí como hablaba con papá acerca de su día. Era claro que o no estaba en condiciones para hablar del mío.
En un pequeño escritorio en mi cuarto encontré un cuaderno viejo, con historias que había escrito hacía ya muchos años. Leí un en la que sospechaba que mi hermana Liz era una extraterrestre porque la había visto con crema verde para el cutis cubriéndole toda la cara.
De pronto, una idea loca, irreal, descabellada, irónica y estúpida apareció en mi mente.
¿Qué tal si Ethan era algo más?
No digo, extraterrestre o vampiro, eso no existía. Me refería a ladrón buscado o testigo encubierto. Algo así como una persona realista pero no tanto. Todo era muy confuso.
Yo no entendía por qué sospechaba ese tipo de cosas. No tenía ninguna prueba rara para pensar así. Apenas sabía que él me “seguía” y que no conocía a sus padres. Estaba metido en mi vida, pero no sabía que buscaba.
 Sonó mi celular y leí el nombre de Brianna en la pantalla.
  -Buenas noches- dijo alegremente en el otro lado de la línea- ¿Qué tal estuvo la tarde? La mía fue un desastre.
Dudé un momento en contarle lo que había pasado, pero ella era mi mejor amiga, estaba segura que no se lo contaría a nadie.
  -casi vuelvo a casa en autobús porque no conseguí a nadie que me trajera a casa y mis padres no podían.
  -un momento, no puedo creer que el idiota de mi hermano no te llevara.
  -dijo que tenía cosas por hacer… cosas en tu casa- aclaré- ¿pasó algo?
  -para nada, estuve todo el día en mi casa y James no apareció- bueno, eso  que no me lo esperaba de él- te juro que si llega a tener a otra, no me importa que tengamos la misma sangre, va a dormir con un ojo abierto.
  -él y yo no somos nada, si se cansa de esperarme, yo estoy bien.
El tema de conversación había cambiado. Tenía que esperar al otro día para contarle todo a Brianna, se me había ocurrido una idea para involucrar a Ethan y necesitaba la ayuda de mi amiga.

Capitulo Tres: Cuarta Parte.


No tuve tiempo de preguntar qué rayos hacía allí o pedirle explicaciones, no pensaba hacerlo.
Corrí hacia el Jeep, abrí la puerta del acompañante y me incrusté en el asiento con toda la rapidez y fuerza de la que era capaz.
Respiraba súper agitada, parecía que el pecho se me iba a caer. Recordé el accidente paso a paso y me largué a llorar. Observé por el espejo retrovisor con lágrimas en los ojos y grité al ver que aquellos tipos le estaban pegando a Ethan. No me simpatizaba, pero no era para tanto.
Grité su nombre, pero era claro que no podía oírme. Abrí la puerta, sin salir del coche, volví a llamarlo y le pedí que regresara, teníamos que largarnos de aquel lugar cuanto antes.
  -¡Ethan, tenemos que irnos!- grité con toda mis fuerzas, y casi siento que me quedo sin voz- ¡déjalos ya! ¡POR FAVOR!
No sé si será porque estaba cansado, pero volvió hacia donde yo estaba, subió al Jeep, lo puso en marcha y a toda velocidad vi como los tipos con pasamontañas quedaban cada vez más pequeños.
Mi respiración iba a mil por hora y mi humor era peor que el de una manada de leones. Miré a Ethan y noté que ni siquiera estaba agitado, ¿Era eso posible?
  -¿Co… me estabas…- intenté preguntar las mil y un palabras que estaban en mi mente al mismo tiempo pero no lo logré, tenía que serenarme inmediatamente.
  -Respira profundo.
Inhalé y exhalé, tal cual lo indicaba Ethan.
  -¿Cómo me encontraste?- fue lo único que logré decir, aunque salió en un tono rápido y casi inentendible.
  -Simplemente pasaba por el lugar.
  -¿Estabas siguiéndome?
  -Simplemente te encontré por casualidad.
  -Estabas siguiéndome- afirmé con seguridad.
  -¿Crees en el destino?- asentí, no muy convencida- digamos que él intervino.
  -Pues, en este caso, no creo en el destino.
  -Como quieras…
Entendí que esa iba a ser la única respuesta que saldría de su boca.
  -Te lastimaron- me observó él, intentando no quitar la vista del frente- Tenemos que limpiarlas.
Apenas tenía un mínimo corte en la frente, nada grave, solo salía un poco de sangre. Nada importante.
  -¿Segura que no hay nada más?- volvió a insistir- ¿no te hicieron nada?
  -Estoy bien… de verdad.
  -No puedo llevarte a tu casa con eso en la frente.
No pretendía ir a ningún otro lado con Ethan Mackenzie. Ni en sueños.
Cuando el Jeep fue aparcado en la entrada de garaje de su casa, me di cuenta que no podía perder aquella oportunidad. ¡FANTÁSTICO!
Aunque estaba esa parte que se resistía, terminó ganando mi diminuto lado aventurero, que últimamente estaba desesperado por salir.
Subí los escalones de la galería y, mientras Ethan sostenía la puerta, entré. No podía creer que estaba allí.
De pronto, tenía un enorme living-comedor frente a mí. Con dos enormes sillones negros bien mullidos y una gigantesca mesa de madera blanca en el otro extremo de la habitación. Las paredes eran de un tono verde cálido y tenían muchos cuadros abstractos. Un televisor con pantalla de plasma colgaba en una de ellas, con una hermosa lámpara a su lado.
Todo era armonioso y perfectamente acomodado, sin mencionar que tenían un pequeño toque moderno. Me gustaba.
  -Enseguida vuelvo- me dijo él, metiéndose en lo que supongo, sería la cocina- siéntate si quieres.
Para no quedar mal (y porque me moría por probar aquellos sillones), hice lo que me ofreció. Me senté y sentí como mi cuerpo se hundía en aquellos almohadones. Eran demasiados perfectos.
“un momento- recordé- estoy aquí para juntar evidencia de que Ethan es un psicópata”.
Pero luego, volví a notar que aquel sillón era muy lindo, había estado en un muy cansador entrenamiento de hockey, los tipos con pasamontañas me había deshecho y el sillón era MUY lindo.
Al final, me resigné a volver otro día, tal vez podía hacer una especie de “tregua” conmigo misma y dejar suelta la parte mía que no sospechaba de Ethan. Así iba a volver alguna otra vez.
Antes que él regresara, noté que en toda la habitación no había ni una sola foto de alguna persona. Aquello era prácticamente imposible, todo el mundo tenía al menos una foto.
Mi casa estaba repleta de retratos de mis padres en Sídney o Los Ángeles; Christie, Liz y yo en nuestros primeros días de instituto, o momentos inolvidables y ridículos.
Hasta la incomparable casa de los Parks estaba repleta de fotos familiares, salvo que la de ellos era en lugares como Italia o China, habían conocido casi todo el mundo.
Como sea, casi todo el mundo tenía fotos de algún familiar en una mínima foto, aquella casa no tenía nada. Era como si estuviera recién salida de un catálogo de revistas. Todo era muy… irreal

jueves, 24 de enero de 2013

Capitulo tres: Tercera Parte


Pasé el resto de la tarde entre clase y clase. En el entrenamiento de hockey, casi me matan de un golpe, por suerte logré esquivarlo, una de mis mejores virtudes eran los reflejos.
Me dirigí directamente a las duchas luego de jugar un partido, la mayoría de las chicas ya habían ocupado las duchas, por eso tuve que esperar para ocupar una.
Cuando terminé, el baño estaba casi vacío, Joanne Cork, la arquera del equipo, se quedó para hacerme compañía. Todos los miércoles la acompañaba hasta su casa que quedaba rumbo a la parada del autobús.
Me puse el uniforme del equipo nuevamente (una remera blanca con los bordes verde loro y un pantalón pollera negro), dejé mi pelo húmedo y suelto, cargué mi bolso en un hombro y guardé el resto en el casillero del gimnasio.
Desde el instituto hasta la parada no había muchas cuadras, Joanne vivía a tres cuadras. La dejé en la puerta de su casa en un pequeño edificio y ella me invitó a pasar para comer algo, pero no accedí para no llegar demasiado tarde a casa.
El sol estaba en la mitad, ni muy arriba, ni en el horizonte, aún tenía tiempo para llegar. Desde la casa de Joanne, tenía un recorrido de cinco cuadras. Me encaminé a llegar antes de perder el autobús, en un paso firme.
No sé si habrá sido mi paranoia pero creí haber reconocido el Jeep CHEROKEE rojo en una esquina a unos cuantos metros de mí. Tal vez, me comenzaba a fallar la vista. Pestañeé unas cuantas veces hasta que, al final, desapareció. Continué caminando con normalidad.
Pero, de pronto, un Chevy SS negro muy bien cuidado, apareció detrás de mí y tres hombres con pasamontañas salieron corriendo hacia mí. Con toda velocidad, aceleré el paso hasta estar trotando y cuando me quise dar cuenta, estaba moviendo mis piernas con una rapidez que jamás pensé que tendría.
Como pude, doblé en una esquina rumbo a la parada del autobús. El corazón estaba en mi garganta, el bolso a punto de caerse y mi respiración casi acabada. Era mucha adrenalina de golpe. Por detrás, me seguían dos tipos, el tercero iba conduciendo el coche en el medio de la calle.
Apenas me quedaban unas cuadras hasta mi destino. Levanté la vista y vi el autobús rumbo a Airlie Beach justo frente a mis ojos. No podía creerlo, siempre se atrasaba. “¡Mierda!”.
No podía quedarme parada esperando. Quien saber que es lo que ellos querían hacerme.
Doblé en una esquina sin saber a dónde me dirigía, apenas sabía donde quedaba el instituto, la casa de la familia Parks, algunos locales de comida y ropa y la casa de Joanne. Maldije a mis padres por su estúpida obsesión con mi colegio ¿Porqué no podían enviarme a uno más cercano a casa, donde pudiera escapar fácilmente de los malos?
Corrí y corrí con todas mis fuerzas, pero el cansancio comenzaba a notarse, cada vez estaba con menos energía. Todo jugaba en mi contra.
Encontré una casa con algunos árboles en el jardín y, como última opción, me escondí esperanzada de perderlos.
No pasó mucho tiempo hasta que escuché sus voces desde el Chevy negro. Ahora sí que estaba en problemas.
  -Hola preciosa- levanté la vista y encontré a uno de los hombres con pasamontañas mirándome desde las alturas.
“No, no, no, ¡NO!”.
Me levantó de un tirón haciendo que me ardiera el brazo en la parte que él me agarraba. Tenía mucho miedo. Muchísimo.
  -¡Por favor, llévense todo lo que tengo!- chillé con un hilo de voz.
Intenté gritar, pero nadie pasaba por los alrededores. Aquello no podía estar pasando. Volví a gritar pidiendo ayuda, pero uno de ellos me sacudió fuerte y me pegó una cachetada. Volví a chillar de dolor.
Intentaron meterme en el coche, pero me resistí, tenía que hacer algo para escapar.
Como pude, me zafé y mordí la mano del hombre que me sujetaba la cabeza. Le pegué una patada al que intentó agarrarme aprovechando mis reflejos y escapé con todas mis fuerzas. No podía detenerme por nada del mundo.
Llegué a la esquina y escuché mi nombre.
  -¡Kat!- giré y encontré a Ethan señalándome el Jeep CHEROKEE rojo estacionado no muy lejos- ¡sube al coche!

martes, 22 de enero de 2013

Capitulo Tres: Segunda Parte


En el pasillo de mi casillero me encontré con James, al fin veía a alguien que realmente me agradaba.
  -¿Almorzamos juntos?- le pregunté mientras caminaba rumbo a la cafetería.
Por lástima no aceptó, se iba a retirar porque tenía que ver algunas cosas en su casa. Conociendo a los señores Parks, no quise preguntar.
  -No puedo llevarte a casa, lo siento.
  -Está bien, puedo tomar el autobús… además tengo entrenamiento en el equipo de hockey.
  -Está bien, puedo llamarte luego.
El instituto nos incentivaba al deporte, por eso era obligatorio que cada alumno eligiera algún tipo de actividad. En primer año tenía varias opciones, entre ellas el hockey. Brianna intentó elegirlo también para pasar tiempo juntas, pero no se le dio muy bien y lo abandonó para unirse al equipo de vóley. Dese entonces, todos los miércoles tenía que quedarme un hora más para entrenar, lo cual era  conveniente, porque aunque no tenía mucho tiempo para otras actividades, podía hacer algún tipo de deporte.
Me despedí y caminé rumbo a la fila de la cafetería.
Se notaba que iba un poco tarde, porque cuando llegué, había como unos cincuenta alumnos frente a mí, lo peor de todo era que el último en la fila era Ethan Mackenzie. “Siempre yo”. Agarré una bandeja y me paré tras él intentando ignorarlo.
  -Parece que nos encontramos todo el tiempo- se volvió hacia mí- ¿Acaso estás siguiéndome?
  -Sigue soñando, es gratis.
  -Já, ganaste.
Sonreí ante su comentario, al fin había ganado yo. Me gustaba ganarle.
Al cabo de unos minutos, compré una ensalada mixta de queso y palta, agua mineral y gelatina de frambuesa de postre.
El día estaba lindo, salí al patio exterior y me senté en el banco junto a una compañera de literatura, Jaimie Powell, una chica súper blanca, de ojos y pelo negro que adoraba hablar.
Mientras ella me comentaba acerca del reporte que debíamos entregar, yo estaba sumergida en mis pensamientos.
¿Por qué nunca veíamos a los padres de Ethan?
¿Realmente me estaba siguiendo el sábado por la tarde?
¿Había algo más que escondía?
Miré a nuestro alrededor y lo encontré sentado en una mesa no muy lejos de la mía.
¿Por qué me lo encontraba tanto últimamente? Tal vez era un espía del gobierno. No, muy improbable, loco y fantástico.
Volví  a mirarlo de reojo, intentando que nadie lo notara. Otra duda surgió en ese preciso instante.
¿Cómo era posible que los padres de Ethan lo enviaran al mismo colegio que a mí, a veinticinco kilómetros de su respectivo hogar? Yo creía que los únicos fanáticos del instituto Proserpine State High School eran mis padres. Además, tal vez, no era casualidad que viviera junto a mi casa.
Aparecía en cada momento de mi vida desde que lo conocía. Sin que yo lo buscara, él sabía casi todo sobre mí: conocía a mi familia, sabía a qué instituto asistía, donde trabajaba y donde vivía. Mientras que yo apenas conocía su casa desde afuera y sabía su nombre. Era más información de la que me gustaba brindar.
De pronto, las sospechas se agravaron. Una parte de mi quería averiguar todo sobre Ethan Mackenzie, pero otra me repetía que era demasiado loco. La idea de que me persiguiera no me gustaba, no entendía cual era la razón para espiarme. Yo no tenía muchas cosas interesantes, mi familia era normal, no había secretos, mi vida era siempre la misma rutina, pasaba casi todo el día en el instituto, me gustaba estudiar, trabajaba y los fines de semana, comía con Brianna en Sorrento. Nada del otro mundo, yo era exactamente igual a cualquier otra adolecente del mundo. A veces me sorprendía lo normal que mi vida podía llegar a ser.
Intenté pensar en otra cosa, era demasiado para un solo día. Tal vez, lo más conveniente era hablar con Brianna sobre lo que sucedía, ella era muy buena dando consejos.
Cuando miré hacia el estacionamiento del instituto, encontré a James subiendo a su Mitsubishi ASK celeste, su nueva camioneta. No hacía mucho que la había comprado, era muy grande, cómoda y lujosa. Siempre me preguntaba por qué había cambiado la camioneta Land Rover, suponía que quería modernizarse en alguna manera.
Me hizo señas con la mano en plan: “te llamo esta noche” y yo sonreí. Era lindo hablar con él antes de cenar.