Pasé el resto de la tarde entre clase y clase. En el entrenamiento de hockey, casi me matan de un golpe, por suerte logré esquivarlo, una de mis mejores virtudes eran los reflejos.
Me dirigí directamente a las duchas luego de
jugar un partido, la mayoría de las chicas ya habían ocupado las duchas, por
eso tuve que esperar para ocupar una.
Cuando terminé, el baño estaba casi vacío,
Joanne Cork, la arquera del equipo, se quedó para hacerme compañía. Todos los miércoles
la acompañaba hasta su casa que quedaba rumbo a la parada del autobús.
Me puse el uniforme del equipo nuevamente
(una remera blanca con los bordes verde loro y un pantalón pollera negro), dejé
mi pelo húmedo y suelto, cargué mi bolso en un hombro y guardé el resto en el
casillero del gimnasio.
Desde el instituto hasta la parada no había
muchas cuadras, Joanne vivía a tres cuadras. La dejé en la puerta de su casa en
un pequeño edificio y ella me invitó a pasar para comer algo, pero no accedí
para no llegar demasiado tarde a casa.
El sol estaba en la mitad, ni muy arriba, ni
en el horizonte, aún tenía tiempo para llegar. Desde la casa de Joanne, tenía
un recorrido de cinco cuadras. Me encaminé a llegar antes de perder el autobús,
en un paso firme.
No sé si habrá sido mi paranoia pero creí
haber reconocido el Jeep CHEROKEE rojo en una esquina a unos cuantos metros de
mí. Tal vez, me comenzaba a fallar la vista. Pestañeé unas cuantas veces hasta
que, al final, desapareció. Continué caminando con normalidad.
Pero, de pronto, un Chevy SS negro muy bien
cuidado, apareció detrás de mí y tres hombres con pasamontañas salieron
corriendo hacia mí. Con toda velocidad, aceleré el paso hasta estar trotando y
cuando me quise dar cuenta, estaba moviendo mis piernas con una rapidez que
jamás pensé que tendría.
Como pude, doblé en una esquina rumbo a la
parada del autobús. El corazón estaba en mi garganta, el bolso a punto de
caerse y mi respiración casi acabada. Era mucha adrenalina de golpe. Por
detrás, me seguían dos tipos, el tercero iba conduciendo el coche en el medio
de la calle.
Apenas me quedaban unas cuadras hasta mi
destino. Levanté la vista y vi el autobús rumbo a Airlie Beach justo frente a
mis ojos. No podía creerlo, siempre se atrasaba. “¡Mierda!”.
No podía quedarme parada esperando. Quien
saber que es lo que ellos querían hacerme.
Doblé en una esquina sin saber a dónde me
dirigía, apenas sabía donde quedaba el instituto, la casa de la familia Parks,
algunos locales de comida y ropa y la casa de Joanne. Maldije a mis padres por
su estúpida obsesión con mi colegio ¿Porqué no podían enviarme a uno más
cercano a casa, donde pudiera escapar fácilmente de los malos?
Corrí y corrí con todas mis fuerzas, pero el
cansancio comenzaba a notarse, cada vez estaba con menos energía. Todo jugaba
en mi contra.
Encontré una casa con algunos árboles en el
jardín y, como última opción, me escondí esperanzada de perderlos.
No pasó mucho tiempo hasta que escuché sus
voces desde el Chevy negro. Ahora sí que estaba en problemas.
-Hola
preciosa- levanté la vista y encontré a uno de los hombres con pasamontañas
mirándome desde las alturas.
“No, no, no, ¡NO!”.
Me levantó de un tirón haciendo que me
ardiera el brazo en la parte que él me agarraba. Tenía mucho miedo. Muchísimo.
-¡Por
favor, llévense todo lo que tengo!- chillé con un hilo de voz.
Intenté gritar, pero nadie pasaba por los
alrededores. Aquello no podía estar pasando. Volví a gritar pidiendo ayuda,
pero uno de ellos me sacudió fuerte y me pegó una cachetada. Volví a chillar de
dolor.
Intentaron meterme en el coche, pero me
resistí, tenía que hacer algo para escapar.
Como pude, me zafé y mordí la mano del hombre
que me sujetaba la cabeza. Le pegué una patada al que intentó agarrarme
aprovechando mis reflejos y escapé con todas mis fuerzas. No podía detenerme
por nada del mundo.
Llegué a la esquina y escuché mi nombre.
-¡Kat!- giré y encontré a Ethan señalándome el Jeep CHEROKEE rojo
estacionado no muy lejos- ¡sube al coche!
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